
Hace 48 lunas llenas. En algún lugar, donde cosas maravillas
y mágicas pasaban. Ubicado en punto estratégico, donde el sol alumbraba con su
primer rayo durante el alba. Y la luna saludaba al salir. Dando las buenas
nuevas e indicando que el día esta por acabar. Es hora de dormir, es hora de
descansar. Es hora de retomar fuerzas. Sin embargo, para el personal que se
encuentra dentro no ve ni hora, ni día. Hasta que la luna se oculte y salga el
sol.
Déjeme decirle… de ese lugar…
Ha habido muchas historias. Buenas y malas. Pero son mas
buenas que malas. Todo depende de la perspectiva que se cuente la historia.
Hace 48 lunas. Se había convocado a nuevos reclutas. Pero
espere… no son reclutas. Mas bien… personal para formación.
¿Cómo así se pregunta usted?
Se lo explicaré de la siguiente forma… Espero que se
entienda, porque para serle sincero, me es difícil contar una historia, y
mantener la atención del lector. Pero haré mi mayor esfuerzo.
Érase una vez. Un joven proveniente de un pueblo ubicado al
occidente del país. A varios kilómetros de ahí. Es una joven con un sueño difícil,
pero no imposible. Quiere convertirse en un especialista.
Es una persona de complexión delgada. Con el cabello negro,
lacio y con el peinado con los pelos hacia arriba. Ojos de color miel (Eso dice
su mamá), de tez morena. Con la nariz respingada. Y voz suave y entrecortada.
Porque tenia problemas al hablar. Pero eso… no lo limitara para cumplir sus
sueños.
Él tenía problemas, muchos problemas. Pero pocos sabían de eso…
pero no eran problemas de salud. Eran problemas de seguridad, de confianza, de
autoestima de tartamudez y otras situaciones, que pocos conocen.
Creció en un municipio donde hace bastante frio la mayor
parte del año, con vientos fuertes. Lleno de bosques y áreas verdes, pero
se esta pendiendo al paso de los años. Una casa humilde, contando con sus
necesidades básica y unos padres amorosos, que luchan por sacan adelante a su
muchacho y no sufrir lo que ellos pasaron. Quieren ver a su retoño mejorar y que
tenga un mejor futuro.
Inició a estudiar y logrando superar cada obstáculo que se
le presentaba. Llegando a ganar los años, como peldaños cuesta arriba. Cada uno
lo sufrió y vivió a su modo. Quería conocer más y tenia sed de conocimiento, y
no podía obtenerlos tan fácilmente. Tenia muchas limitantes, pero tampoco
obstaculizó sus sueños.
Transcurrió varios años, hasta llegar a la universidad. A la
gloriosa universidad, donde decidió pertenecer a la mejor facultad, siendo
esta, la facultad de medicina.
Al llegar y entrar a la universidad, se sintió
desconcertado. Porque nunca pensó que iba a estar allí. Ya que su familia no
había podido llegar a tal punto.
Él estaba feliz y triste a la vez. Estaba lleno de alegría,
que no cabía en sí. La felicidad lo abrazaba, sabiendo que el futuro que lo
espera, será diferente al de sus padres. Y se dijo: Doy gracias al creador, por
tenerme acá, y saldré de acá, con la frente en alto. Con el titulo que obtendré
y seré el orgullo de mis padres.
Y en efecto. Así fue…
Al iniciar la carrera, hubo varios problemas. Problemas que
le crearon mas problemas. Ya que su forma de ser, de actuar e interactuar no
eran las mejores. Porque su problema de inseguridad le hacia tartamudear, le hacia
hablar muy quedo y muchas veces se ruborizaba cuando alguien se le quedaba
viendo fijamente a los ojos. Y él se sentía presionado por la sociedad y sus
compañeros para que se expresé mejor, sin embargo, le era difícil hacerlo.
El tiempo transcurría, y los problemas iban de la mano. No podía
deshacerse de ellos. Y ya lo tenia frustrado, porque no podía avanzar y no
podía mejorar en muchas cosas. Pero al final… sus compañeros se acostumbraron
como era él, así que mejor decidieron aceptarlo como es.
El tiempo llegó…
Cumplió con su prometido. Hizo todo lo necesario y
suficiente para egresar de la tricentenaria. No fue el mejor, tampoco el peor.
Pero demostró qué con esmero, esfuerzo, dedicación. A pesar de tener problemas,
muchos problemas, diría este humilde escritor. Pudo salir adelante.
Llenó de orgullo a sus padres, cuando fue el acto de
ceremonia. Y se realizó una actividad familiar, amena y alegre. Donde hubo
risas, carcajadas, anécdotas. También hubo lágrimas, llantos y sentimientos
encontrados. Sentimientos que únicamente se vive una vez. Y el lector sabe de
lo que estoy hablando.
Mientras celebrara y reía. Su mente viajaba por otros rumbos.
Su mente estaba navegando por otros mares, aunque su cuerpo se mantenía en ese
lugar. Su mente se imaginaba en otro lugar. No es conformista, no es una
persona que se queda con lo que tiene. A pesar de tener muchos problemas
psicológicos. Quería salir de su zona de confort. Quería retarse a si mismo,
buscando nuevos horizontes.
Quería demostrarse a si mismo y a los demás, que podía dar
más, y más…
Hubo alguien que le dijo, que lejos de ahí. Había un lugar
de desolación, llantos, lamentos, violencia y otras situaciones más, donde se
probaba la fe y las fuerzas de cada ser humano. Pero específicamente de las
personas que quieren pertenecer a ese lugar.
Quería pertenecer al grupo selecto de personas que
realizaban una especialización. Pero para llegarlo a ser, había que pasar por
muchas situaciones, los cuales estaba dispuesto a pasar. No importaba cual era
el reto, lo importante era superarlos… tenia las fuerzas y el deseo para
realizar una nueva empresa y así… ser el mejor. El mejor, a pesar de tener los
problemas que el lector ya conoce.
En efecto. Así sucedió. Ingresó al recinto mencionado.
Soporto problemas, noches sin dormir, días sin comer, sin asearse, sin llegar a
su casa. Pero no le importaba, porque sabia que para ser diamante, el carbón debe trabajarse por mucho tiempo, y debe pasar varias etapas para ser un metal
precioso.
El tiempo transcurría sin dar tregua ni descanso. Y al pasar
12 lunas, le dan la mala noticia de no ser elegido para pasar a la siguiente
ronda. Y él sintió que el mundo lo despreciaba. Pensó que sus problemas fueron
la causa de su desdicha. Tomó sus cosas, busco un rincón alejado y aislado. Se
sentó sobre las gradas y con lágrimas que venían de su interior, se puso a
llorar. Lloró amargamente, hasta mojarse la ropa. Su voz estaba quebrantada, sus
ojos rojos. El cuerpo pesado, la congoja era su amiga. El dolor se apoderaba de
su cuerpo y no lo quería dejar. El silencio se hizo notar más. Y los quejidos y
gemidos de dolor y de ira, retumbaron por los pasillos…
Por mucho tiempo… se preguntaba…
¿Qué es lo que había pasado?
¿Qué paso en el camino?
¿Cuál fue la causa de su desdicha?
Y un sinfín de
preguntas más.
Mientras cavilaba en sus interrogantes, cayó en la depresión.
Algo que ya había vivido en un pasado no lejano. Simplemente se dejó llevar… y tiempo después… logró salir. Pero no del todo, porque siempre se sentía
atrapado en la oscuridad y en el dolor por la situación ya vivida.
Él quería retomar lo que había dejado. Tomo la valentía con
la mano diestra y fue su compañera y consejera. Buscó la luz que había
contemplado en algún momento. Y esta vez, quería volverla a encontrar, pero tomando
otra ruta.
Las fuerzas de su interior, la dedicación y su persistencia
hicieron que llegará a un lugar que se encontraba a las orillas de la ciudad.
Se llenó de valor y dirigió sus pasos, donde estaban
buscando personas que eran carbón, para convertirlas en diamante.
Y al llegar. Tenía miedo, sentía que no tenía la capacidad
de hacerlo. Sin embargo, con miedo lo hizo.
Al llegar ese día, utilizó sus mejores harapos. Se recortó
el pelo, se recortó la barba, se bañó, y ese día, realizó una oración hacia el
creador, para que lo ayudase a entrar en el lugar, donde quería estar.
Una vez adentro. Inició a sudar de lo nervioso que estaba, su
esfínter urinario no soportaba la presión de la vejiga, y tenia que ir al baño
en múltiples ocasiones. No, no tenía ninguna patología de base. Eran los nervios
que le estaban jugando una broma.
Además… las manos estaban sudorosas y frías a la vez, hasta le
temblaban las piernas. Tenía síndrome de piernas inquietas, algo que, a él, únicamente
se le presenta cuando se encuentra tenso. Los labios se le resecaron, lo humedecía
con lengua muy seguido, pero no podía hidratarlas, porque la lengua también estaba
seca de lo nervioso que estaba. Las manos se las metía en las bolsas del pantalón,
y una vez adentro, se las secaba como podía.
Fueron pocos minutos los que tenía que esperar, pero para él,
fue mucho tiempo. No sabia que hacer, iba de un lugar a otro. Vio a muchas
personas sentadas en el pasillo. Y al pasar uno por uno, las sillas se fueron
desocupando, y él, por fin se sentó.
Una vez sentado… el estrés y la ansiedad se apoderaron de él…
se veía pasmado y sereno por fuera. Pero por dentro, era otra persona. Por dentro,
la ansiedad le carcomía; el estrés le propiciaba golpes a todo su ser; el
sudor, recorría su cuerpo como lluvia sobre una selva. Su corazón latía tan rápido, que sentía que
estaba en un hipódromo. Y su corazón estaba perdiendo, y por eso tenia
que correr más.
Mientras esto sucedía. Los lugares se iban corriendo, hasta
llegar al puesto que próximamente tocaría él. Se tornó mas ansioso. Se tronaba
los dedos. El sudor recorría su cuerpo, y las axilas eran como una cueva cerca
de una catarata.
Pasado quince minutos…
Oyó a lo lejos que decían… el que sigue…
Y al oír su nombre… su corazón se detuvo, su mente se pausó.
Sus ojos no tuvieron otra acción mas que ver el camino de entrada y llegar
hacia el lugar donde le esperaban las personas más importantes de aquel lugar.
Respiró profundo. Llegó al lugar asignado. Con las manos
sudorosas. Los ojos con cierto grado de nistagmos. El paladar seco. Los labios
resecos. Pero con el alma lista para afrontar lo que le espera.
Frente a él. Se encontraban cuatro personas. Nunca las había
visto en su corta existencia. Se encontraban de derecha a izquierda tres
hombres y una mujer. El primero de la derecha un hombre joven, de tez morena
clara, con el cabello hacía atrás, los ojos de color café claro. Tenia un
atuendo que identificaba el lugar donde estábamos. Iba con camisa de un color
agradable para la vista, su corbata siendo un color más fuerte que la camisa. Un
pantalón negro, impecable. Y en la mano derecha, un reloj, fue difícil reconocer
la marca, pero se veía fino, haciendo juego con su atuendo.
A su par. Estaba la otra persona, de tez morena clara. Con el
pelo algo canoso, también con el peinado hacia atrás. De ojos de color café. Él
utiliza lentes en ocasiones, se nota, porque siempre se los quita y se los
acomodaba para leer , y había momentos que los quitaba para apreciar
otras cosas. Se colocaba la pata de los anteojos y se lo llevaba hacia la boca,
queriendo llenar algo. Su camisa blanca, bien planchada. Con la corbata que hace
juego con la camisa. Físicamente, es un poco llenito, porque se notaba que
estiraba la camisa. Él es el jefe, lo deduje por el porte que presenta, la posición
dentro de la mesa, los documentos que tiene frente a él, el interrogatorio que dirige,
entre otras situaciones.
A la par de él. Se encontraba otra persona. Una de las jefas,
según pude observar. De tez morena. Ojos color claro. El pelo crespo, no lo
tenia tan largo, sin usar algún accesorio para sostener su cabello. También utiliza
lentes, y se los acomodaba a cada rato. Tenia la voz algo chillona. Su intervención
no fue muy larga, fueron preguntan dirigidas y concretas. Una mujer de pocas palabras.
A la par de ella. Se encontraba otra persona, de similares características
a las ya mencionadas. Pero él es un poquito más bonachón. También utiliza anteojos.
Y, su intervención fue corta. No hubo mucho que decir de su parte.
Una vez sentado. Saludó, aunque tuvo que aclarar la voz
primero, porque iba tan nervioso, que sus cuerdas bucales se paralizaron por un
momento. Una vez saludado, inició una plática amena y cordial. Como en toda
plática, hubo preguntas y respuestas. Preguntaron ¿Qué le gustaría ser dentro
de diez años? ¿Qué le gustaría ser cuando salga de ese lugar? ¿Cuáles eran sus hobbies? ¿Cuál era sus defectos
y virtudes? ¿Gusta de lectura o escritura? Y otras preguntas que fueron realizadas mientras se iban conociendo. Preguntas comunes, nada fuera de lo normal.
El jefe de los presentes preguntó ¿Qué libros has leído? Y él,
sin meditar, mencionó los títulos que había leído, cuales había disfrutado y otros que no fueron de su agrado. Y mencionó que estaba leyendo un
libro, donde había cuatro espadachines, cuyos nombres son famosos. Y el jefe, rápidamente
intervino y mencionó ciertas características de la obra. Fue un momento único,
porque el joven, ya no se sentía presionado y/o estresada. Todo lo contrario,
ya se sentía mejor, libre con un peso menos sobre los hombros.
La platica era buena y alegre. Cada uno tenía algo que
aportar. Preguntaron sobre situaciones previas, y como las enfrentaría, si se
volviesen a presentar. O que actitud tomaría el joven, ante tal evento. En fin…
entre preguntas y respuestas, pasó el tiempo, y sin querer, transcurrió dos cuartos de hora. Entonces dijo uno de ellos. Bueno… será hasta la próxima. Y ambas
partes se despidieron y cada quien retornaría a su lugar de trabajo.
Y el joven al salir de aquel lugar. Se sintió relajado. Sus labios
se hidrataron, sus cuerdas bucales ya no estaban rígidas. Ya no estaba sudando
como lo hacía. Todo iba a la normalidad.
Y así transcurrió…
Hasta que…
Luego del evento aquel. Transcurrió dos meses
aproximadamente. Donde el joven recibió la noticia, que sería aceptado como
nuevo escudero del palacio real de Sir William Osler, ubicado al norte de la
ciudad.
El joven, se sentía tan alegre y feliz, que no cabía en sí. Se
sentía afortunado de pertenecer a la nueva tropa que protegería al palacio real
de tropas invasoras y tropas enemigas provenientes de otros puntos cardinales. Y
estaba dispuesto a luchar en las batallas con tal de defender el honor que se le
había sido confiado.
Buscó sus implementos. Vistió sus mejores galas y dirigió
sus pasos hacia el palacio. Una vez dentro. Conoció a otras personas que también
fueron reclutados para pertenecer a la caballería. Entablaron conversación unos
con otros. Se fueron conociendo y de que provincia eran. Al realizar este acto…
el rey se presentó. Y toda actividad y platica hecha, quedo paralizado. El rey
llegó, y sus súbditos pusieron atención a cada palabra que emanaba de sus
labios. Dirigió su mirada hacia los nuevos escuderos.
Y el rey, pronuncia un discurso:
Oíos les dijo:
prestad atención a estas palabras. Fuisteis elegido como escudero del palacio. Portáis
el escudo de la verdad, la espada de la evidencia. Las guías clínicas será luz
en la oscuridad. La evidencia clínica os guiara por el camino del bien. La lectura,
os salvará de la locura. Confiad en vuestro conocimiento. No caigáis en el
camino de la charlatanería. No dejáis engañar por opiniones de expertos. Luchad
por adquirir el nivel de evidencia A. Luchad por los metaanálisis y revisiones sistemáticas.
Hijos míos, recordad mis palabras y triunfarais en vuestra empresa.
Al terminar… Los nuevos escuderos
salieron hacia la empresa, sin saber que les esperaba en los páramos territorios
que se encuentran alrededor del castillo. Y ellos, audaces y fuertes, no
dudaron en cumplir la empresa encomendada. Y sin tanto vacilar. Cruzaron la
puerta… y que el creador los cuide en el camino.
Una vez cruzada la puerta, no sabían lo que les esperaba en
los páramos. Viendo al horizonte desolado, solo las dunas dejaba ver sus curvas haciendo
que el sol, las resalta más.
La empresa ya había iniciado. Y no había retorno alguno. No queda
de otra, que seguir adelante, viendo hacia el horizonte, y nunca ver hacia atrás.
Los combatientes iniciaron la batalla. No había hora, ni
tregua. Siempre luchando de sol a sol. O en este caso de luna a luna, porque siempre
se mantenían encerrados y era pocos los días, que podrían disfrutar del sol. Nunca
disfrutaron del alba o del ocaso. Pero siempre disfrutaron de las madrugadas frías y desoladas. Porque las jornadas eran tan largas, que siempre vivieron en
la oscuridad.
Hubo días de tristeza, llanto y melancolía. Hubo días donde
no querían estar mas allí. Y querían salirse de ese agujero negro, húmedo y tormentoso.
Dia, donde el hambre no dejaba de atacarlos, los seguía por todos lados, y siempre
los acechaba.
Había días, donde el dolor y el llanto eran sus mejores amigos.
Durante el recorrer del camino áspero y estrecho, encontraron ayuda de varias personas. La mayoría, ayudándolos en todo momento, a toda hora.
Hubo días de llanto, oscuridad, melancolía, tristeza, todas a la vez, en un
mismo día, en una misma hora. Al juntarse, la mente no podía competir y luchar con esas fuerzas oscuras. Siempre
sembraban pensamientos negativos en sus mentes.
Jugaban con lo intangible, con lo más puro de su ser. Sus sentimientos,
siempre eran acechados por estos seres malvados. Seres que siempre aprovechan los momentos de flaqueza. Siempre sembraban odio, venganza… pero ellos… lucharon y
supieron vencer, aunque hubo días, que se dejaban dominar, porque era tanto el
cansancio, que sucumbían ante tal atrocidad.
Supieron luchar, nadie sabe de donde sacaron fuerzas para poder
superar todas esas atracos y dificultades, sin embargo, lo hicieron.
Lograron superar la primera prueba. Al enterarse que lograron
la primera parte de la empresa. Se abrazaron, lloraron de felicidad. Estaban tan
felices, que sus lagrimas de felicidad alejaron a todos los sentimientos de tristeza
y los sentimientos negativos, que siempre los acompañaron en todo momento.
Recordaron todos esos días, que soportaron hambre, sueño,
dolor, tristeza. Recordaron que hubo días que nunca regresaron a descansar. Que
hubo días que recibían heridas por todos lados. Hubo días donde el dolor ganaba
más que la fuerza de voluntad. Recodaron los días, que la única almohada era
las lágrimas derramadas. Se cubrían con la cobija del dolor. Aquellos días,
donde llegaba el mensaje del rey, diciendo que lo estaban haciendo mal, y de
continuar así, se les daría la baja, y mejor que alguien más ocupe el puesto. Pero
ellos… lucharon por cumplir lo encomendado, y así fue… lo hicieron.
Luego de días de felicidad… iniciaron la segunda fase…
En esta fase, ya estaban más que preparados para la batalla.
Ya fueron adiestrados de la forma poco ortodoxa. Las cicatrices que tienen, son
señales de que lucharon por mejorar. Las cicatrices, indican que nunca
desistieron. Siempre insistieron, resistieron y persistieron. Las marcas que
llevan en la piel, son los golpes de la vida. Los golpes que propicia el luchar
por mejorar y dejar de ser uno más del montón. Las cicatrices que portan, son indicios
que están dispuestos a seguir luchando más y más.
Y así fue…
Iniciaron la segunda etapa de la empresa. Pero esta vez, ya están
preparados para lo peor. Avanzaron paso a paso. Siempre presentando vicisitudes
donde ponían en duda lo aprendido. Siempre hubo situaciones donde tenían que
tomar una decisión lo más rápida y certera. Sin dejar de titubear, lo hicieron.
Hubo aciertos como también desaciertos. Pero esto hizo que nunca dejaban nada por
sentado. Que nunca se tenían que dormir en sus laureles. Siempre buscando lo
mejor y siempre ver hacia el horizonte. Porque el sol siempre sale, no
importando como estuvo el día previo.
Los soldados, cayeron más de una vez. Uno de ellos, cayó más
que los demás. Y fue llamado en varias ocasiones frente al rey. Pero el
rey no se encontraba, porque estaba realizando diligencias en otras regiones. Y
quedaba su consejero, asumiendo la responsabilidad y la total potestad de
corregir a quien lo merezca, y castigar al necio. Dándole otra oportunidad para reivindicarse de lo sucedido.
Y el tiempo transcurrió…
Pasaron una empresa tras otra. Llevando la cicatriz de la sabiduría
y las heridas de las batalladas vividas. Nadie más sabe que fue lo que sufrió y
lloró.
Se encontraban en la penúltima fase de la empresa. Y el
joven, ya de tanto cansancio, se dejó vencer por el conformismo y la confianza
de los soldados que estaban a su cargo. El sueño lo venció y Morfeo lo recibió entre
sus brazos. Mientras descansaba, no sabia que problemas estaba pasando en su
área que debía proteger. Mientras él dormía, muchas cosas pasaron y muy
tarde se enteraba de los acontecimientos.
Al ver lo sucedido el rey ordenó a su consejero a Sir HA,
que indagará que estaba sucediendo en esa parte del territorio. Porque no había
sucedido evento alguno, hasta ese día. Y al indagar, hubo más problemas que nunca fueron notificados. Entonces el consejero del rey, tenía que poner
orden, y además de oír la versión del joven, porque no podía creer lo que halló
durante la investigación.
Al interrogar al joven, notó que su voz no era la misma de
antes. Sus ojos denotaban algo más, que solo él podía deducir. Notaba que
estaba cansado y quería descansar un rato, dejando la responsabilidad a los demás.
Pero he ahí el error, los demás no estaban preparados para asumir el puesto. Pero
eso no era el problema. El problema era que el joven tenia demasiada confianza
con sus súbditos. Y los súbditos, realizan o tomaban decisión a la ligera, y
no veían el daño que se creaba. Y lo peor… no asumían la responsabilidad
de sus decisiones.
El joven, tenía que responder por ellos. Porque él era el
encargado. Y al estar sentado frente al consejero del rey. No sabia
que cara poner. No hallaba palabra alguna para disculpase. Pero lo que el
consejero quería oír, era que él se había equivocado, que él reconociera su
error. Y que él buscará y propusiera soluciones a sus problemas mencionados.
Hubo un silencio prolongado. El joven, bajó la cabeza y
asintió. Luego preguntó: si no hay nada más que decir ¿Puede retirarme? El consejero
asintió…y el joven se levantó con los ojos rojos y tristes.
Al salir del salón del rey. El joven fue al baño, se lavó la
cara, respiró profundo. Y se dijo así mismo: Es hora de cambiar y no volver a
cometer los mismos errores. No estoy viendo mi horizonte. Dejé de pelear mis
batallas, es hora de volver al camino, donde me extravié.
Y en efecto… así se dijo y así se hizo. El joven corrigió
sus errores uno a uno, hasta enmendar todos, o por lo menos todos los que sabía,
y encamino sus pasos hacia donde los había dejado.
Transcurrió muchos días, semanas y meses sin noticias
negativas de aquel joven, que estuvo sentado frente al consejero del rey.
Y los días pasaron. Los días se convirtieron en semanas,
meses. Hasta llegar a la fecha indicada por el rey para terminar esta travesía.
Ya no hubo lágrimas. Ya no hubo tristezas. Ya no hubo errores que corregir. O vidas
que comprometer. Ahora… todo es diferente. Sin embargo, a pesar de dar por finalizada
la empresa, el joven siente que aún le hace falta más por aprender. Pero no
puede regresar el tiempo y recuperar el tiempo perdido.
Ahora que el joven finaliza esta hazaña, observa a su alrededor,
y cuenta cuantos soldados sobrevivieron a la dura tarea encomendada. Y son
pocos. De varios que fueron llamados, pocos fueron los sobrevivientes. Sobrevivientes
que ahora, son distintos y diferentes que cuando fueron llamados. Ahora tienen
otras metas, otras visiones. Ya no son los de antes.
El joven que era tartamudo, lo sigue siendo cuando hay un
evento y no conoce al personal, o un evento donde no sabe que pasa, o se
encuentra muy nervioso. Aun tartamudea cada vez que conoce a alguien de mayor jerarquía.
La inseguridad aun domina sobre él. pero lo sabe dominar, y
se nota que es menos.
Ahora que la empresa que fue iniciada hace 48 lunas, acaba
de finalizar. Se le observa un aire de seguridad, de confianza, de lucha, de
escepticismo.
Sus ojos, ahora se observa madurez. Su porte, confianza. Sus
palabras, seguridad. Sus actos, conocimiento. Sus manos, calidez humana. Sus palabras,
sabiduría. Entre otras características…
El rey reúne a los caballeros en el salón real, y pronuncia un discurso:
Mientras estáis aquí paraos frente a mí. Os recuerdo el
primer día que los conociere. Puse mi confianza en mis guerreros aquí presentes.
Luchasteis y no dejasteis vencerte por hambre, sed o sueño. Hubo bajas, pero es
parte de toda guerra. Vosotros cumplisteis vuestra promesa de defender el
palacio. Nunca desististeis a fuerzas malignas y hechiceros. Portáis las
heridas de la experiencia, y os juro que nadie podrá humillarlos porque son
guerreros de primera.
Cumplisteis lo encomendado. Fuiste sabio al oír mis palabras
la primera vez. Ya no tengo más cruzadas para vosotros. Vosotros ya sois príncipes,
id y buscad sus reinos y sus palacios. Que el mundo conozca vuestros nombres. Y
nunca olvidaos del creador. Vayan hijos míos, conquistad el mundo.
El rey,
al terminar de emitir su discurso. Abrió las puertas de su reino y les dijo:
ahora están listos para el mundo.
Vayan y peleen su propia batalla. Que queda mucho por luchar.
Los jóvenes al oír esas órdenes. Tomaron sus armas,
enfundaron su espada y pusieron sus pies fuera del palacio.
Y estando afuera uno de ellos dijo: Y ahora… ¿Hacia dónde
vamos?
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