
Es un día normal para cualquier persona. Pero
para mí… no es así.
Ha pasado mucho tiempo que no lo he visto. Mi
corazón late a mil por hora, solo en pensar que la hora acordada se aproxima. Mi
piel se eriza. Mis glándulas suprarrenales, secretan mas catecolaminas solo al
ver el reloj.
El reloj, amigo inseparable, está al
pendiente de mis miradas. Sabe que lo estaré revisando a cada instante. Porque sabe
que es un día especial para mí.
Los minutos pasan muy lentos. Y mi
desesperación por verlo, no se hace esperar. La ansiedad me gana, y no sé cómo combatirla.
La desesperación yace a mis pies, y no puedo alejarme.
Mi móvil suena, y veo su número. Mi corazón
late a mas de mil revoluciones por minuto. La felicidad me gana, y una sonrisa
esboza de oreja a oreja. Es una sonrisa tan grande, que parezco al gato
sonriente de Alicia en el país de las maravillas.
Oigo su voz, oigo sus palabras. Mi mente se
encuentra en paz, y relajada.
No sé, pero él…. Me trae paz y tranquilidad.
Y mis endorfinas se encuentran navegando por mi torrente sanguíneo.
Ahora mis eritrocitos se encuentran pasando
por un huracán. Mi ventrículo izquierdo, actúa como el huracán de categoría cinco,
bombeando sangre a grandes cantidades. Y mis eritrocitos y paredes ventriculares,
están soportando esa fuerza de volumen y fuerza que ejerce contra ella.
Mis eritrocitos están navegando sobre aguas
turbulentas. Se encuentran surcando por aguas peligrosas. Y no hay puerto
seguro. Tratan de comunicarse por radio en busca de ayuda, sin embargo, nadie
contesta. ¿Cuál será el destino de mis eritrocitos? ¿Acaso será la apoptosis?
Mis glóbulos blancos, salen en busca de
defender lo indefendible. Tratan de buscar al antígeno culpable de todo esto. Liberan
interleucinas, marcadores especiales, receptores específicos y no específicos,
tratan de hallar al responsable. Si es un virus, bacteria u hongo, el
responsable de todo este desorden. Parece que fuera una tormenta de citocinas
que se encuentran luchando en mi cuerpo. Y sin embargo, no tiene nada que ver
con un proceso infeccioso.
Mi sistema inmune, trata de liberar mas
anticuerpos en busca del agente especifico. Es decir, del antígeno responsable
de todo esto. Mi sistema inmune considera que pueda ser algo inmunológico, y
por tanto libera receptores específicos para tratar de encontrar al malhechor.
Busca y busca, pero no halla respuesta.
Agotó todos sus recursos, y no encuentran
quien o que es. Mi cuerpo lo declara como idiopático.
Pero mi mente y mi corazón. Mejor dicho,
mis pensamientos y sentimientos saben que pasa…
Mientras se encuentran en esa lucha de titanes,
la hora transcurre como agua entre los dedos. Y la persona responsable de todo
esto, cada vez esta mas cerca.
Mis arterias y venas, son como grandes
autopistas donde no existe el límite de velocidad, porque mis células corren a
mil por hora, transportando los nutrientes necesarios a los órganos más
importantes.
La hora se acerca cada vez más. Y mi
sistema nervioso se encuentra al cien por ciento, realizando conexiones de
forma rápida, nunca antes vistas.
La taquicardia se apodera de mí, la
diaforesis se posa sobre mi frente, las extremidades frías se hacen presentes. La
resequedad de mis labios se encuentra puestos sobre mis labios. La resequedad
de mi garganta ya se prepara para colocarse en su lugar y mi orofaringe ya esta
preparada para recibirla. Mi cámara gástrica se encuentra vacía. Las náuseas
llegan a mi cerebro.
Esto es un caos . Es un
desorden que mis órganos y sistemas se encuentran funcionando más de lo usual
como si fuera el aeropuerto en temporada de fin de año. Unos salen y otros
entran.
Mientras divago y cavilo en estos asuntos
tan vagos… la hora se acerca más y más…
¡Que nervios!
…
La hora se acerca. Los minutos pasan… los
segundos corren tan rápido que no dan tregua entre ellos…
Y por fin…
El momento ha llegado.
Acaba de llegar y lo veo entrar.
Y ahí está, como si nada… siempre con su
pose característica. Con su vestimenta que nunca deja, y que lleva a todos
lados e identifica como tal
…
Heme aquí, tenso. Con la adrenalina hasta
los cielos. Con los nervios de punta. Sin saber que decir o hacer. Únicamente tomo
mis manos, las empuño, pero extiendo mi dedo índice de cada mano, y las juntos
y separo a cada rato, como si fuera niño que hizo una travesura. Y únicamente,
lo único que sale de mis labios… es hola.
Helo ahí … con la parsimonia que lo
caracteriza, se encuentra en bipedestación frente a mi persona. Con los brazos
sobre la espalda. Con los pelos parados, y con voz tenue y tono dulce. Me dice:
¡Hola!
Yo le respondo con otro ¡Hola!
Cuando lo veo, mi cuerpo se tranquiliza, mi
sistema nervioso deja de liberar catecolaminas. Mi sistema venoso deja de
convertirse en autopista. Ahora es como un camino rural, donde se pasea y se encuentra
lleno de árboles frondosos, con copas grandes y una gran variedad de aves.
Al oír ese tono dulce. Mi mente se tranquiliza
porque es música para mis oídos.
Quiero demostrarle mi cariño y afecto,
porque solo con verlo me tranquiliza, y al verlo, me dan ganas de abrazarlo,
porque es un ser grande y suave, como si fuera un oso panda parlante. Pero no
se puede… ¡Que triste!
Al acercarse más a mi persona, puedo oler
su fragancia. La fragancia que siempre utiliza, y que me relaja.
Sus palabras que emanan de esos labios,
hacen que ponga atención. Y no puedo dirigir la mirada para ningún otro lado,
más que para él.
¡No sé qué tiene, que me tiene así!
¡Me hipnotiza solo con verlo!
Luego de haber intercambiado algunas
palabras y frases. Trato de contar algún chascarrillo, sin embargo, no crea el
efecto deseado ¡Me siento mal, porque mis anécdotas no le provocan alguna
sonrisa! Sigo intentando con otros chistes, pero ninguno le causa gracia. ¡Soy
un mal comediante! ¡Tendré que mejorar mis chistes!
Luego de una breve presentación. Inicia con
un pequeño interrogatorio. La platica es tan amena, que no me percato del
tiempo, y esto pasa rápido, como siempre lo hace.
Toma mi mano, la coloca sobre la suya. Y al
hacerlo, inicio nuevamente con taquicardia. Que nervios.
Se acerca a mi pecho, trata de oír mis latidos
pegando sus oídos a mi pecho, y con gusto dejo hacer lo que él diga. Luego me
dice que me ponga de espaldas, e intenta oír mis pulmones. Mientras se pega a mi
cuerpo, me pongo feliz y nervioso. nunca pensé tenerlo tan cerca de mí, tan
cerca, que pensé que me iba abrazar. Que ideas tan locas las mías.
Me dice, acuéstate, quiero hacer algo… y al
oír esas palabras, mi corazón inicia nuevamente con la taquicardia, la diaforesis
se apodera de mí. No se como actuar, ni se que decir. Únicamente me dejo
llevar.
Al estar en decúbito dorsal, descubre mi
abdomen hasta llegar a mis costillas. Y yo… no hayo que hacer. Únicamente respirar
despacio y profundo. Mientras respiraba, siento sus manos sobre mi abdomen. Sus
manos se encuentran calientes, suaves, tersas y al pasarlas de un lado a otro,
mi cuerpo se estremece. ¡Qué sensación tan rara y hermosa a la vez!
Mientras hacia eso con mi cuerpo… nota algo
extraño…
Su voz… su mirada… sus pensamientos…
¡Cambian radicalmente!
Coloca su mano sobre un área especifica de
mi abdomen… y no tan conforme con eso. Me dice que me gire hacia un lado, para
poderlo evaluar bien…
Pasado los minutos, me indica que tengo
algo… lo mas seguro que sea a nivel hepático…
Pero lo dice tan serio, tan centrado… y mi
mente inicia a pensar en algo maligno, en algo que no tiene cura…
Me extiende una seria de solicitudes de
laboratorios y estudios de imagen… y me explica que hay que pensar en todas las
posibilidades antes de dar un diagnóstico.
Mi cuerpo y mi mente, dan un giro de ciento
ochenta grados. Inicia a cavilar en pensamientos negativos. Pensamientos de: ¿Cuándo
iré a morir? ¿Qué tan serio será mi problema?
¡Dios, que no sea grave lo que tengo!
¡Dios, ayúdame a salir de esta!
Mientras mis pensamientos giran en torno a
una solución, él sigue escribiendo y llenando formularios, veo que son muchas hojas
y muchas cosas por hacer.
Mientras él hace eso… el tiempo pasa rápidamente…
estudios que tengo que hacer, estudios que tramitar.
Y mi estancia en el hospital… aun es indefinida.
Pero mientras él me atienda y sea mi medico de cabecera, estaré dispuesto a
realizarme todos los estudios que me indique.
Porque mientras los otros indagan, él
cautiva. Él me hipnotiza.
Él… es diferente.
Leave A Comment