Busco mis llaves, y no las encuentro por ningún lado. Ya busqué
en la mesa, en la refrigeradora, sobre el portallaves. Debajo de la cama, hasta
en el baño. Pero no hallo dicho objeto. Veo la hora, y esta pasa apresurado,
como si tuviera prisa porque llegue el anochecer.
Pero la hora, no sabe que tengo asuntos que resolver, antes que
la noche caiga sobre mis hombros.
Mis ojos, sin querer vuelven a ver la hora, y mientras cavilo
en mis asuntos, ya transcurrieron 15 minutos. Y me pregunto ¿Hora, por qué eres
así conmigo? ¿Acaso he insultado tu nombre, para que me trates así?
Mi corazón late a mil por hora. Porque no encuentro las
benditas llaves. Hago la pesquisa por todos lados. Porque sin ellas, podre
salir de mi aposento. Podré regresar, pero, sin embargo, no podré entrar a mi
aposento, donde mi cama me espera para poder tumbarme y dormir placenteramente.
Vuelvo al lugar donde inicie, porque posiblemente, allí estaban,
pero, por lo estresado que estoy, no las vi, y las pase por alto. Y así me
mantuve por mucho tiempo, como el perro persiguiendo su cola.
El tiempo avanza…
Veo nuevamente el reloj, y este esta corriendo más. Como si
tuviera algo contra mi persona. Le hablo y le digo: Tiempo, no seas así
conmigo. Ten compasión. ¿Acaso no ves que estoy buscando mis llaves? Pero el
tiempo me ignora. Y él sigue su marcha.
Y le vuelvo a preguntar ¿Tiempo, acaso no me oyes? ¿Acaso no
ves, que mis llaves no aparecen? ¿Crees que esto es una broma de mal gusto? Tu sabes
muy bien, que tengo cosas que hacer, que tengo asuntos que arreglar, y no puedo
darme el lujo de atrasarme más, de lo que estoy. Tengo muchos pendientes, y
quiero avanzar lo más rápido posible, pero esas benditas llaves no aparecen. O caso,
tú… ¿Me estas jugando una broma, al esconderlas?
Hubo una pausa… un silencio absoluto.
Mientras el silencio transcurría. Mi mente hacia cuestionamientos
hacia el tiempo, los cuales, eran preguntan repetitivas. Del porque me acecha
tanto, y no me da el momento necesario para encontrar mis llaves.
Al ver que no había respuesta alguna. Me tumbo sobre la
silla que esta mas cercana… cierro los ojos y me digo. Respira profundo y
despacio. Y deja que tus malas vibras salgan de tu cuerpo. Y haz que tu mente
este en blanco.
Mientras transcurría ese momento…
Mi sentido del oído agudizo. Y oyó a lo lejos, el repicar de
unos objetos de metal. Y poniendo atención, pude escuchar bien, que eran mis
llaves. Mi mente estaba feliz y contenta.
Abro los ojos y me dirijo hacia ellas. Y allí estaban. Como si
fueran sirenas sobre las aguas cristalinas del mar.
Y al elevarla, oigo el sonido característico, que realiza el
metal al golpear unas con otras.
Estaba feliz, porque al fin, las encontré. Y este realizaba
el sonido del repique de metal. Haciendo una melodía para mis oídos. Como si uno
de los maestros de la música clásica, hubiese compuesto un tema para mí, y para
el tiempo.
También considero, que el repicar de las llaves, recitan un
poema hacia mis oídos. Es como oír a Pablo Neruda, Becker, Miguel Ángel
Asturias, o cualquier otro escritor.
Pero veo que la noche ya esta acechándome. Por lo cual,
ordené a mis pies, para que agilicen sus pazos, con pazos largos, como zancadas.
Veo que la noche ya esta a punto de caer sobre mis hombros. Y
siento el peso sobre mí. Que esta muy pesado. Y tengo asuntos que resolver.
Estaba feliz por encontrar mis llaves. Pero a la vez
molesta, porque ya el ocaso esta ganando la batalla. Y mis quehaceres, aun se
encontraban en el alba.
Cuando ya me encontraba de camino hacia mi destino, observo
que no cargaba mi celular. Esto hizo que me frustrará aun más. Porque es tiempo
que no puedo perder. Son 5 minutos mas de atraso. Me molesto conmigo mismo,
porque tengo problemas para recordar donde dejo mis objetos de uso diario.
Pero la frustración, gana la batalla otra vez. No encuentro
mi teléfono celular. Y el tiempo vuelve a jugar la broma de ir corriendo. Como si
yo, no soy del agrado de cronos.
Pero esta vez. La serenidad me acompañó. E hizo que
encontrara más rápido mi teléfono celular. ¡Albricias! Me dije al encontrado.  

Al revisar mi teléfono, veo que tengo muchas llamadas perdidas,
de las personas con quien tenía que reunirme. Además de múltiples mensajes por
whatsapp. E inicio las llamadas, para saber donde localizarlas, para reunirnos
y solventar los asuntos pendientes.  Algunas
esperaron, y otras partieron hacia otros destinos. Porque no podían esperarme
tanto tiempo. Me sentí frustrada, porque era muy importante reunirme con esas
personas. Pero luego de tanto insistir, dijeron que me darían otros minutos más,
para que llegue y poder reunirnos.  

El estrés estaba de copiloto. Y no dejaba de molestarme.
El teléfono vuelve a sonar… pero no tengo el numero guardado…
me dije ¿Quién será? ¿no conozco ese número? Pero como iba manejando no quise
contestar.
Pero era tanta la insistencia en llamar, que tuve que
contestar…
Pero al oír la voz del otro lado del teléfono… mi cuerpo
quedo helado. Mi mente quedo en blanco. Mis extremidades empezaron a temblar. Que
sensación tan horrible.
Que cambio tan rotundo. Hace unos momentos, estaba feliz, y
hasta oía que me recitaban poema 20 de Pablo Neruda. Y ahora siento, que el
cuerpo me está partiendo desde mis entrañas, algo así, como el Pozo y el Péndulo
de Allan Poe.
Sin saber que hacer, sin saber cómo actuar. Opte por colgar.
Previo a colgar, dije con voz lúgubre y furiosa. ¿Qué quieres
de mí? ¿Por qué sigue acosándome? ¡Déjame en paz! Horrible criatura, que solo
sirves para escarmentar a las personas.
¿Y qué he hecho yo, para que sigan atormentándome?
Y cancelo la llamada…
Quedo helada, como tempano de hielo.
Me siento como un osezno en el antártico, sin tener el calor
de mi madre, que siempre me protege.
Mientras sigo manejando, veo otra llamada, y veo que es de
mi señora madre. Rápidamente contesto, pero no quiero alarmarla, por lo que
acaba de acontecer. Por tanto, respiro profundamente y calmo mi voz. Haciendo que
mi mente viaje de forma rápida, a la velocidad de la luz, de trasladarme de ese
paramo lugar y trasladarme hacia el bosque, donde puedo jugar con los
conejos, liebres, ardillas, y demás animales del bosque, y oír las aguas
de los riachuelos, porque ese paisaje me relaja bastante.
Y le digo: hola mami. ¿Como estas?
Y su voz me relaja, mientras voy hacia mi destino. Con el anochecer
sobre mis hombros. Y el tiempo que me atormenta en todo lugar, pero al final, se
volvió mi amiga.
Llego a mi destino…
Lo bueno que hay parqueo disponible… apago el carro. Me apeo,
y busco mis llaves…
Pero no las encuentro… otra vez.

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