Introducción
El asunto de la campaña Mantenerse Bien (“Staying Well”) se enfoca en un riesgo importante que afrontan las familias en Estados Unidos: la epidemia de obesidad infantil en nuestro país y lo que las familias pueden hacer para combatirla.
Tendencias crecientes
En los últimos 30 años, las tasas de obesidad se han duplicado en los adultos y triplicado en los niños[1,2]. Dos tercios de todos los adultos en este país tienen preobesidad u obesidad[2]. Ni siquiera los preescolares escapan a este problema. Los datos de la Encuesta Nacional para la Evaluación de la Salud y la Nutrición (NHANES) de 2007-2008 revelaron que casi un tercio de todos los niños estadounidenses mayores de dos años de edad tienen preobesidad u obesidad[3].
Aunque los bebés de mejillas de querubín son lindos y los preescolares rechonchos son adorables, los niños obesos tienen más posibilidades de convertirse en adultos obesos[2]. De hecho, la preobesidad antes de los 8 años de edad presagia a una obesidad extrema en la edad adulta[4].
Las tendencias a la obesidad en los estratos raciales también son preocupantes. La prevalencia de obesidad es más alta en niños negros y estadounidense de origen mexicano que en los niños blancos[5]. Se observan tendencias similares de discrepancia racial en adultos, de manera que la obesidad en los adultos es un 50% más frecuente en los negros y un 20% más frecuente en los hispanoamericanos que en los blancos[6].
La prevalencia de la obesidad infantil también muestra una variación geográfica importante según las entidades estatales. Como natural de Georgia, esto es muy preocupante para mí. Los niños que viven en los estados del Sur (Georgia, Kentucky, Tennessee y West Virginia) tienen el doble de posibilidades de ser obesos que los niños que viven en Oregon, el único Estado que muestra una mejora en las tasas de obesidad infantil desde 2003 a 2007[7].
La prevalencia de la obesidad en los adultos muestra tendencias geográficas similares. Asimismo, las tasas más altas de obesidad tanto en los niños como en los adultos se observan en el sur, donde las tasas más bajas corresponden al oeste[7].
Índice de masa corporal (IMC): descubre dónde te encuentras
Hechos sobre el tejido adiposo
Definición: IMC = (peso en kilogramos)/(estatura en metros)2 Preobesidad ▪ Para los adultos, esto significa un IMC de 25-30 kg/m2 ▪ Para los niños (de 2 a 19 años de edad), un IMC en el centil 85 o superior para la misma edad y el mismo sexo Obesidad ▪ Para los adultos esto significa un IMC de 30 kg/m2 y superior ▪ Para los niños (2 a 19 años de edad); IMC en el centil 95 o superior para la misma edad y el mismo sexo Consultar en esta cita una calculadora de IMC para niños y adolescentes.[1] |
Repercusiones somática
La obesidad tiene una repercusión somática en adultos y niños. Los niños ahora padecen enfermedades que antes sólo se observaban en los adultos, como hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes mellitus de tipo 2, apnea del sueño y problemas ortopédicos relacionados con el peso[8]. Un estudio en el que se analizaron los factores de riesgo para enfermedades las cardíacas en los adolescentes y en los niños demuestra verdaderas consecuencias del exceso de peso.
En este estudio, un 70% de los niños obesos ya tenía por lo menos un factor de riesgo para una enfermedad cardíaca. Casi el 40% tenía incluso un mayor riesgo con dos factores de riesgo cardiovascular[9].
Responsabilidad fiscal
El coste económico de tener kilos de peso adicionales es importante. El dispendio médico relacionado con la obesidad en Estados Unidos se ha duplicado en el último decenio, desde más de 78.000 millones de dólares en 1998 hasta 147.000 millones en 2008. Los costes médicos debidos a la obesidad representan ahora casi un 10% de los costos médicos totales[10].
Estas diferencias en los costes adicionales basadas en el individuo fueron resaltadas en The New York Times. El precio desorbitado de la asistencia médica a una persona de peso normal es en promedio casi 3.400 dólares por año. Para los pacientes obesos, hay que añadir 1.429 dólares adicionales cada año en gastos de asistencia médica[11].
Los datos presentados en marzo de 2010 en la Conferencia Conjunta de Nutrición, Actividad Física y Metabolismo y Epidemiología y Prevención de las Enfermedades Cardiovasculares, que tuvo lugar en San Francisco, California (Estados Unidos), vinculan un incremento del consumo de refrescos con un incremento de 300 a 500 millones de dólares en costes de salud a consecuencia de enfermedades cardíacas.
Nuestra sociedad ya no puede mantener este ciclo de incremento de peso con su incremento concomitante en la repercusión económica. Es indispensable poner un tope a la epidemia de obesidad si queremos controlar y reducir los costes de la asistencia sanitaria.
Refrescos, tentempiés y raciones excesivas
La publicidad y las presentaciones sobre alimentos nos tientan a comer más de lo que necesitamos, independientemente de la saciedad —no digamos el contenido nutricional—. Las comidas superabundantes y la distorsión de las porciones incrementan la ingesta de calorías. El consumo de tentempiés también juega un papel importante. Un estudio reciente publicado en Health Affairs analizó las tendencias al consumo de tentempiés y demostró que la mayoría de los niños consumen tres tentempiés al día, lo cual contribuye a casi un tercio de su ingesta calórica diaria[12].
Desde luego, es muy bueno que muchos fabricantes de alimentos estén ahora envasando los bocadillos en raciones convenientes de 100 calorías. De cualquier manera, las calorías se suman aun cuando se carezca de contenido nutricio.
Los tentempiés saludables, como las rebanadas de manzana y las zanahorias, pueden favorecer la nutrición. Lamentablemente, esto no es lo que la mayoría de los niños consumen como bocadillos. La mayoría de los niños consumen postres, dulces, papas fritas, bebidas endulzadas y otros alimentos basura.
El consumo de bocadillos plantea otro dilema, el cual consiste en que ya no comemos para satisfacer el hambre, ahora comemos constantemente. Con las calorías adicionales vienen kilos adicionales y riesgos adicionales para la salud.
Algunos expertos en normatividad sanitaria han propuesto un llamado “impuesto de lujo”[13] a los refrescos azucarados, postulando que un impuesto adicional de 1 % por 30 ml reduciría el consumo en un 10%. La Dra. Kiyah Duffey y sus colaboradores en Archives of Internal Medicine, correlacionaron los hábitos alimenticios de más de 5.000 adultos jóvenes con el precio de las pizzas y los refrescos y observaron que a medida que aumentaba el precio disminuía el consumo.
Sobre la base de su estudio, postularon que un impuesto del 18% a los “alimentos de lujo”, puede ayudar a dirigir a las personas hacia opciones más saludables[14]. Un análisis realizado por la Rand Corporation[15] adujo que para que fuesen obstáculos eficaces, estos impuestos deben ser tan grandes que tengan alguna fuerza. Un impuesto para las ventas de pequeño grado no sería eficaz, en tanto que un impuesto grande sería eficaz.
En lo personal me opongo a un impuesto de lujo para los refrescos y no sólo porque sea de Atlanta, cuna de la Coca-Cola. Una de mis objeciones es la idea de aislar un producto en concreto cuando son tantos los que contribuyen al problema. También me preocupa que tal impuesto tuviera una repercusión desproporcionada en las minorías y en las familias de escasos ingresos. Lo que realmente necesitamos es educación sobre las opciones saludables, así como un mayor acceso a alternativas saludables.
Los efectos epigenéticos pueden tener una influencia inicial y presagiar la obesidad
Nuevas investigaciones indican que las tendencias a la obesidad no comienzan al nacer. Pueden comenzar incluso antes, en el vientre materno. Los efectos epigenéticos pueden influir en la programación hipotalámica y pancreática para la regulación del peso. Por ejemplo, el aumento excesivo de peso de las madres y el que fumen durante el embarazo se han vinculado a un incremento de peso en la lactancia y en las primeras etapas de la infancia, y lo mismo ocurre con una lactancia natural por un período insuficiente y un sueño inadecuado durante la lactancia[3].
Sin embargo, el culpar de todo a la madre, al padre y a los genes, es lavarse las manos. Aunque la genética y los efectos epigenéticos pueden incrementar la tendencia a la obesidad, un estudio recién publicado en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine demostró que el ejercicio es el gran nivelador. Este estudio sueco de más de 750 adolescentes demostró que una hora al día de ejercicio moderado a vigoroso podría minimizar el peso aun en los lactantes con una variante del gen FTO, que se ha relacionado con la obesidad. Es por eso que el ejercicio diario tiene que ser parte de cualquier solución de este problema[16].
Signos vitales: incluir actividad física, alimentación, ejercicio y sueño
Los detalles del nuevo Plan Nacional de Actividad Física de Estados Unidos, dado a conocer a principios de mayo de 2010, tuvieron la participación de muchas organizaciones y organismos valiosos, entre ellos el US Centers for Disease Control and Prevention, la American Medical Association, la American Heart Association, la American Cancer Society, la American Academy of Pediatrics y la YMCA.[17,18] La Primera Dama Michelle Obama ha inaugurado su propia iniciativa Let’s Move para resolver el problema de la obesidad infantil[19]. Los datos científico-estadísticos indican que muchos pacientes obesos no reciben asesoría con respecto a su peso por parte de los médicos que los atienden[20].
La American Medical Association, en colaboración con el US Department of Health & Human Services y el apoyo de la Robert Wood Johnson Foundation, ha creado una evaluación preparatoria y herramienta de tratamiento en línea[21]. Toda la edición de marzo de 2010 de Health Affairs está totalmente dedicada a la obesidad infantil. Todo el mundo habla sobre ello. ¡Es tiempo de hacer algo!
Los niños siguen el ejemplo de los padres y la adopción de conductas y hábitos saludables no es la excepción. Los padres deben dar buenos ejemplos a sus niños y comenzar a una edad temprana. Esto es muy importante. Los niños pequeños que consumen las comidas familiares normales, que sólo pueden ver televisión por un periodo limitado y que obtienen un sueño adecuado tienen menos posibilidades de presentar obesidad[22].
El sueño también es importante en los adultos. La falta de sueño está vinculada a una mayor cantidad de tejido adiposo en el abdomen y a un aumento de peso[23,24], posiblemente porque el sueño juega un papel en la regulación de las hormonas del hambre ghrelina y leptina. Esta conexión del sueño con el aumento de peso fue destacada por Anahad O´Connor en The New York Times[24]. Este autor menciona un estudio pequeño publicado en American Journal of Clinical Nutrition que muestra que cuando los hombres jóvenes dormían menos, consumían 500 calorías más que después de dormir unas ocho horas adecuadas[25].
Conclusión
Ataquemos la obesidad. Hay que hacer parte de los signos vitales que se exploran en todo pacientes el hacer preguntas sobre actividad física, alimentación, sueño y ejercicio, así como se explora la presión arterial y el pulso. Los médicos y otro personal sanitario también debe dar buen ejemplo a sus pacientes y poner en práctica lo que predican.
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